Reseña de Hasta que nos quedemos sin estrellas por Ximena S.
Desde el momento en que vi la portada de Hasta que nos quedemos sin estrellas de Ximena S., supe que debía darle una oportunidad. Este tipo de libros jóvenes siempre prometen un deslumbrante rompecabezas de amor y crecimiento personal. Sin embargo, me he debatido entre una o dos estrellas, así que he decidido quedarme en una y media. Aunque la autora tiene un estilo de escritura ameno que facilita la lectura, el contenido me dejó muchas dudas y frustraciones.
Personajes que no llegan
Empecemos por Maia, la protagonista. A medida que leía, no podía evitar sentir que su carácter era más un dolor de muelas que un catalizador de empatía. Con constantes frases cortantes y una actitud defensiva que apenas da espacio al desarrollo, Maia, lejos de ser una voz fuerte y empoderada, se siente más como una niña atrapada en un comportamiento infantil. Me resulta difícil ver en ella a una heroína con la que podamos conectar. Su relación con Liam, su interés romántico, cae en el cliché de la dependencia, donde él parece ser el salvador que la “redime” de sus inseguridades.
Liam, por su parte, es casi inexistente en términos de personalidad. Si bien su papel de amigo leal podría haber sido interesante, se convierte en un recurso de comodidad que envuelve a Maia en una cortina de paternalismo. La relación entre ambos personajes carece de la chispa que uno esperaría en un romance; más bien, parece un ciclo repetitivo de coqueteo y peleas superficiales.
Una trama posiblemente en coma
La historia en sí no avanza hacia ningún lugar sustancial. El “conflicto” se siente plano, y el poco drama que introduce el libro se aborda de manera superficial. La enfermedad de la hermana de Maia se presenta como una trampa emocional mal elaborada, y los intentos de suicidio son tratados con una ligereza que podría resultar hiriente para quienes realmente luchan con estas cuestiones. Esto hace que, cuando al final todo se resuelve de manera casi mágica, el efecto es más irritante que gratificante.
Los diálogos, llenos de clichés y repeticiones (una y otra vez) de frases altisonantes como “que te jodan” o “capullo”, me hicieron querer taparme los ojos de la vergüenza ajena. Y, para colmo, las escenas eróticas están aderezadas con comentarios que solo logran romper el romanticismo, como cuando Liam nombra a su pene. ¿De verdad, esto da risa o calidez?
Reflexiones finales
A pesar de estas críticas contundentes, mi lectura de Hasta que nos quedemos sin estrellas no fue completamente en vano. La prosa de Ximena S. está bien construida, y su deseo de abordar temas difíciles como la salud mental y la diversidad es valioso. Sin embargo, la manera en que se presenta estos temas contradice el mensaje esperanzador que intenta transmitir, dejándome con una sensación de decepción.
Recomendaría este libro a quienes buscan una lectura ligera, aunque advertiría que pueden encontrar personajes y tramas que carecen de profundidad. Para aquellos que buscan una representación más matizada y auténtica del amor o de la lucha personal, quizás sea mejor buscar en otros lugares.
En resumen, Hasta que nos quedemos sin estrellas es un libro que aborda mucho, pero que no logra conectar emocionalmente ni ofrecer la profundidad que uno desearía de una historia contemporánea. Un intento interesante, sí, pero desafortunadamente, se queda más cerca de la frustración que de la satisfacción.
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